ESTRES Y RELACIONES PERSONALES

El estrés es un elemento más de nuestra cotidianeidad. Quien no lo sufre o no es consciente de sufrirlo oye hablar de él en la radio o en la televisión o lee artículos en la prensa.

Casi siempre estos comentarios hacen referencia al riesgo de enfermedad que acompaña al estado de estrés y a menudo a su incidencia en el absentismo laboral o los gastos sanitarios. Desde luego, la inhibición inmunitaria y el conjunto de enfermedades que conocemos como psicosomáticas y que se asocian al estrés son un importante problema personal y social,… pero no el único.

Con menos frecuencia se habla de la incidencia del estrés en las relaciones personales, si acaso, en relación con los problemas de impotencia, inapetencia sexual e infertilidad. Sin embargo, el estrés supone una profunda afectación a la vida afectiva, familiar y social.

La sensación de desbordamiento e incapacidad respecto a las condiciones vitales presentes o futuras que genera la respuesta de estrés provoca un estado emocional de miedo, rabia, indefensión, ansiedad, depresión,…

Una consecuencia directa del estrés es la rigidez. Rigidez muscular, incluso paralización y congelamiento, que también se acompaña de rigidez mental: cuando el organismo no dispone de tiempo para la reflexión ni de condiciones de seguridad suficientes para desarrollar su creatividad, se aferra, rígidamente, a esquemas ya usados, a patrones probados en situaciones que pueden diferir de la situación presente y resultar inadecuados o no ser los mejores en el momento.

Esta rigidez desemboca en irritabilidad, hostilidad y actitudes paranoides, en las que la persona se siente perseguida, no solo por los factores realmente estresores sino por todo el entorno, incluyendo las personas vinculadas afectiva o socialmente.

Como consecuencia de la preparación defensiva del organismo se crean actitudes de irritabilidad y hostilidad, todo se somete a sospecha y se juzga como una posible amenaza dentro del contexto de amenaza e indefensión en que está situada la persona estresada.



¿Cómo repercute esto en la vida afectiva y social?

Muchas veces la persona no es consciente de su situación de “vivir al límite”. La respuesta del organismo, que es instintiva y preconsciente, se desencadena por si sola, bien ante factores objetivos, bien ante evaluaciones cognitivas.

Si la voluntad no toma las riendas de la situación actuando conscientemente para regular y adecuar esta respuesta, todo el proceso de desencadena por si mismo, generando una espiral que puede llegar a desembocar en el cese de las funciones vitales.

El reconocimiento y la expresión apropiada de las emociones, la regulación del nivel de estrés, el descanso y las actividades placenteras, la relajación y la confianza en los propios recursos y en los demás son el antídoto frente al estrés.

¡Cuidate!

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