LA SUPUESTA MALDAD INTRÍNSECA DE LOS NIÑOS…
De un tiempo a esta parte vengo observando que los padres y madres de mi alrededor están convencidos de que sus hijos e hijas son malísimos y, lo que es peor, se afanan incansablemente en hacérselo saber. Comentarios como “¿Otra vez te has manchado? ¡Hay que ver que malo eres, no te dura nada limpio!” o “¡Vuelve a poner eso en un su sitio! ¡Qué niña más mala!” Y así una infinidad de ejemplos y situaciones que terminan demonizando a los niños y dejándoles bien claro su condición maléfica. Pero, ¿son realmente malos estos pequeños humanos recién llegados al mundo? ¿Tienen intención de dañar, manchar, descolocar o romper para sacar a sus padres de quicio? ¿Se pasan las noches maquinando cómo hacerles la vida imposible? Si sus padres piensan realmente así es que no han visto “La profecía” y no conocen a Damien y sus “travesuras”. Bromas aparte, estoy convencida de que no piensan reamente así, pero es un tipo de comentario que viene inscrito en ese pequeño ADN de padres que llevamos todos